domingo, 13 de enero de 2013

Budapest

Marcelita se quedó cuadrada cuando le comunique nuestra situación. Me estaba mostrando su colección de zombies confeccionados por ella misma, unos muñequitos de felpa tan diversos y originales que me pesó no comprarle ninguno. Son los juguetes ideales, no reproducen lo establecido y circulan por si mismos, autónomos, sin marca, hechos por las manos de esta artista que es Marcela Lizárraga y, te digo, se quedo cuadrada cuando le comunique nuestra separación. La cara se le hizo triángulo primero y después rombo, luego cuadro y ahí se quedo por un rato.
Entonces llego un tipo a saludar y se integro a la charla, chaparrito, sonriente, seguro, contó de su estancia por siete años en Budapest, las formas en que se integro con el tambor a cuestas, las noches musicales y bohemias, el desarraigo y la nostalgia, hasta que regreso hace un año y no se encuentra, extraña la noche de Budapest, la propuesta cultural y artística, el fluir en la consecución del arte desde aquella capital donde se habla un idioma impronunciable y en ingles, dice, me entendía con los demás y experimentaba la otredad completa en esa trama.
Solo dije ya lo creo, planeando meterme a la red en pos de Budapest, a mi me encantan las historias de alto riesgo, propias o ajenas, de otra forma me parece que no sucede nada. Los moldes atragantan su sonido en mi palabra y de esa forma solo reproducimos los modos establecidos por el poder, para la convivencia, según ellos la sana convivencia pero si levantamos tantito la alfombra nos damos cuenta que nos es ni mucho menos convivencia y tampoco tiene la sanidad indispensable para sobrevivir emocionalmente.
Autora:
Mónica Sánchez Orozco

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