sábado, 25 de agosto de 2012

El literato solo quiere ser amado

El literato solo quiere ser amado, por eso escribe y luego publica.
Entonces logra ser amado y ya no intenta que lo amen, ya no escribe y acomoda el esqueleto en los brazos del amante. Duerme largas siestas vespertinas y emite cantos gregorianos por la noche. Ya no escribe ahora y sueña la avalancha de ladrillos cuando el muro resquebraja su sonido en carne propia y cae, tan hondamente que despierta al literato tembloroso, agitado y absolutamente solo en su vivienda.: un cuadrito de arquitectura acartonada por los cuatro flancos. Abre la puerta y un pasto naranja siembra el espacio bajo el azul del cielo. Sabe que sigue soñando y no encuentra otra puerta. Busca las ventanas, descorre las cortinas, salta pero vive en un piso rodeado de matorrales. Regresa rasguñado a su habitación y duerme. Entonces despierta de verdad. Ya no recuerda el sueño, el cuello le oprime un poco del lado izquierdo, Son las seis de la mañana. El amante está leyendo bajo una lamparilla, le mira largamente, Ocupa bulto en el espacio pero no emite nada en el tiempo. El tiempo laberintico de lo emocional. El tiempo de la razón se marca por puntos precisos que luego se convierten en líneas cortadas a cada tramo. Como una carretera que no lleva a ninguna parte, solo rueda, al infinito de ningún lado, y prefiere regresar al sueño: sabe que no es amado y por eso escribe.

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